...Y la muerte se asomó poniendo cara de perro, fingiendo una timidez impropia de su calaña, mientras olfateaba a su próxima victima, que bien pudo ser elegida por la suerte o por el capricho de la parca al ver un par de enamorados cuando sus cuerpos entrelazaban.
Pero ahora que la muerte cubrió a la chica con su sombrío manto, el enamorado recuerda los momentos en que la inercia del cuerpo de ella parecía más un mal chiste que una realidad, y sus lagrimas inundan su interior ahogando el fuerte (frágil) corazón de él.
"Por qué?" Se pregunta el joven, mirando el ataúd, y no soporta ver la imagen del crucificado adornando la habitación donde días antes el futuro era brillante y prometedor, pero ahora la esperanza es un sentimiento tan impropio e inoportuno que la sola mención de estos pensamientos debería ser motivo de censura.
Tal vez la gente piensa que es suficiente con una misa en una majestuosa iglesia, con su amada en el medio de todos, como un acto del circo de la vida, mientras un dizque hombre de Dios recita palabras de duelo por la desdichada a la que nunca conoció, pero el amado sabe bien que ninguno de los presentes entiende su dolor, y comprende que la hipocresía es un sentimiento tan horrible como humano.

Ahora con la marcha fúnebre cargando el cuerpo carente de vida de la amada, el muchacho ve todo como una sombría versión del carnaval de Barranquilla, donde la comparsa de la muerte y el diablo deleitan a los presentes con un retorcido baile del mapale, y su adorada mujer pareciera haber sido coronada la reina del carnaval, con un ataúd como carroza real.
La marcha llega a su fin, al lugar donde los gusanos y demás bicharejos besaran el cuerpo de su mujer, mientras la caja desciende a su tumba, el enamorado todavía siente el lugar donde la pasión de ambos dejo marcadas las uñas de ella, y en ese momento entiende que la muerte también siente celos, y si no podía ser para este espectro, no podría ser para nadie.
"Adiós amada mía" Susurra mientra las unicas lagrimas que derramó se asoman, y sabe que tiene que ser fuerte por ambos, esperando con calma el día en que se reunan en los Campos Elíseos, y él le entregue una rosa por cada día en que hizo esperar al amor de su vida.
El dolor del duelo solo lo siente verdaderamente el que ha amado profundamente.
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