Hoy es otro día de aquellos en el que tomo asiento en aquella roída silla frente a la ventana, cuyo cristal se encuentra empañado por la marea de movimientos de sombras, mientras miro por el ventanal hacia un horizonte que esta vacio de ti y tu funesta presencia.
Ya allí, postrado mirando al firmamento, juego a encontrar constelaciones con la vulgaridad de tu mirada, con la indecencia de tus labios y lo innombrable de tu nombre. Será que no he podido superarte? Será que después de ti mi galaxia ha estallado?
Tal vez no he podido olvidarte, quitar de mi ser ese hedor a sexo y azufre que dejaste impregnado en todo el lugar; pero quizás tu tampoco has borrado mi rostro de tu mente, aunque solo sea para maldecirme y jurar en voz baja, que un amor como el mio, aunque se odie, nunca se olvida.
Y puedo jurar (y de hecho lo hago), que he contado mil lunas esperando absurdamente un regreso que no sucederá, aunque creo solo haber contado diez e inclusive siento que esta es la primera que me encuentro sin ti, pues tu olor ha quedado en el universo de tu ausencia.

Pero todo, hasta mi ser, la casa, las flores que recogimos en un parque y hasta la cama que no he tenido la decencia de tender (ya sabes que no me gusta hacerlo) parecen extrañarte, pues emanan esa fragancia que parece una sátira macabra del Diablo para recordarme tu ausencia.
He escrito cartas contandote cuantas lagrimas he derramado, cuantas he secado y cuantas he reprimido, las cuales envío al lugar a donde van los amores cobardes, acaso sigo esperando una respuesta? A caso nunca es tarde para esperarte?.
Pero en esta galaxia de luces y olores, aún sigo orbitando, esperando con la luna blanca y las estrellas rojas un regreso utópico de algo que se espera pero no se desea; olfateando con absurda miseria las huellas de tus pasos hacia la puerta, sintiendo una bocanada de aire viciado a ti, donde en esta galaxia que un día osamos llamar amor solo queda el telescopio de recuerdos en el que habitas.
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